martes, 15 de noviembre de 2011

“¿Por qué mi alma se siente tan mal?”

¿Alguna vez os ha dolido el alma? A mí sí.

Varios estudios han demostrado que el dolor emocional acaba afectando a áreas fisiológicas de nuestro cuerpo. Es decir, un corazón roto puede acabar en depresión, y una depresión en una anemia, y una anemia en una leucemia, y una leucemia puede poner un amargo punto final a una vida.

Sé que acabo de sonar muy dramático, lo sé. Pero no acabo de hacer ciencia-ficción, el mundo está lleno de estos casos. Siempre digo que si nuestra cabeza no está bien, no merece la pena empezar nada, será como intentar solucionar una operación matemática utilizando un diccionario.

Lo vivo día a día con mis clientes de entrenamiento personal, antes de empezar con una persona un plan de adelgazamiento o de musculación, mi primera tarea es averiguar su estado emocional. Tengo que conocer, en primer lugar, por qué ha decidido ponerse en forma, si el motivo es un desamor, el fracaso está asegurado. Si en cambio, la razón tiene que ver con algún propósito de auto-superación, he llegado a ver transformaciones espectaculares. Mi segunda tarea es intentar elevar sus aptitudes mentales mediante un trabajo psicológico, la mayoría de veces a base de refuerzos positivos “muy bien, sigue así, estoy orgulloso de tu trabajo”, y otras veces no me queda más remedio que darle una buena colleja, incluso debo ponerme en la piel del sargento de artillería Hartman (La chaqueta metálica) y soltar alguna burrada del tipo “esto es una mierda.” Hago lo que debo hacer para llevar a mis clientes donde ahora no son capaces ni de soñar.

Como entrenador personal, de lo que me siento más orgulloso no es de los kilos de grasa que alguien pierde o de los kilos de músculos que el otro gana. Me siento terriblemente orgulloso de los cambios mentales, emocionales y psíquicos de mis clientes. Recuerdo a bote pronto, el chico que una vez entró en el gimnasio con la cabeza gacha y que después de 8 meses era el rey de las discotecas y se tenía que sacudir las chicas de encima. Recuerdo esa señora con depresión que al cabo de 5 meses vi arreglada, maquillada y perfumada bailando en el salón de un restaurante. Recuerdo la carta de agradecimiento de un cliente asegurándome que, de no ser por mí, habría vuelto a caer en las drogas. La verdad es que estas cosas me abruman, no quiero pensar que mi influencia puede ser tan alta porque supone mucha presión sobre cada gesto o palabra que digo o hago, pero a la vez pienso “no pasa nada, si alguien puede manejar esa presión, soy yo.”

Os recomiendo que si alguna faceta de vuestra vida está empezando a afectar a vuestro estado de ánimo, os olvidéis del resto de esfuerzos vanos que hacéis al día y os centréis en solucionarlo. Porque la tristeza, el desánimo, la desmotivación, la depresión, la desidia e incluso la pereza son el virus real de la vida, capaces de bloquear cualquier intento de disfrutar de nuestra existencia. Y yo os aseguro que sé de lo que hablo, porque ya he estado ahí. Y la vida es maravillosa, no concibáis otra forma de vivir que no sea la de pasar todo el día haciendo cosas, disfrutar de nuestros trabajos (si no os gusta, ¡pasaos el día buscando otro!), paseando, jugando, riendo, entrenando, hablando, cantando, bailando o saltando. Como queráis, no hay normas al respecto. Simplemente vivid, no existáis.

Joan Gallardo. Fuerza, Motivación e Inconformismo.

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